Un reciente estudio ha explorado los efectos a largo plazo de ver demasiada televisión durante la niñez temprana. Sorprendentemente, se ha encontrado que este impacto se refleja en los hábitos alimenticios, el peso y el comportamiento de los niños en su adolescencia. En el acelerado mundo moderno en el que vivimos, las personas están cada vez más inclinadas a pasar largos períodos de tiempo frente a las pantallas, lo que muchos consideran que tiene un impacto negativo en nuestros niños. Aunque la mayoría de los padres intentan limitar el tiempo que sus hijos pasan frente a la pantalla, el creciente número de dispositivos en los hogares hace que esto sea cada vez más difícil. Por ejemplo, alrededor de 1 de cada 3 bebés en los Estados Unidos tiene un televisor en su habitación, y casi la mitad de todos los niños ven televisión o DVDs durante casi 2 horas al día.
Cada vez hay más evidencia de que el tiempo frente a la pantalla tiene un impacto negativo en los niños en desarrollo. Ver televisión es una actividad sedentaria, tanto física como mentalmente, y puede afectar la conectividad en el cerebro en crecimiento de los niños pequeños. Además, esta exposición temprana tiene el potencial de establecer hábitos negativos que persisten en la vida futura, fomentando la elección de actividades más fáciles y menos exigentes en lugar de pasatiempos que sean físicamente o mentalmente desafiantes. Varios estudios han revelado que un mayor tiempo frente a la pantalla para los niños en preescolar y jardín de infantes aumenta el riesgo de tener un índice de masa corporal (IMC) y una circunferencia de cintura más altos al entrar al primer grado. Otros estudios han encontrado que la circunferencia de la cintura y la condición física también se ven afectadas negativamente cuando los niños llegan al cuarto grado.
Basándose en estos hallazgos, en octubre de 2016, la Academia Americana de Pediatría redujo sus pautas sobre el tiempo de pantalla en niños de 2 a 5 años a no más de 1 hora por día. Aunque hay poco debate sobre las consecuencias desfavorables de ver televisión en exceso, el impacto de esta exposición temprana en el comportamiento de los niños al entrar a la adolescencia es menos conocido. Este fue el enfoque de un equipo de investigadores canadienses, liderado por la profesora Linda Pagani y la estudiante de posgrado Isabelle Simonato, de la Facultad de Psicoeducación de la Universidad de Montreal en Canadá. Utilizaron datos del Estudio Longitudinal del Desarrollo Infantil de Quebec, que incluyó a casi 2,000 niños nacidos en Quebec en 1997-1998. Los niños fueron seguidos desde los 5 meses de edad. Los padres informaron sobre los hábitos de ver televisión de sus hijos mientras crecían, y luego, cuando los niños llegaron a los 13 años, ellos mismos reportaron sus hábitos alimenticios y comportamiento en la escuela.
La profesora Pagani explica por qué este estudio es particularmente útil: “No se sabe mucho acerca de cómo la excesiva exposición a las pantallas en la infancia temprana se relaciona con las elecciones de estilo de vida en la adolescencia. Esta cohorte de nacimiento es ideal porque los niños nacieron antes de la llegada de los smartphones y las tablets, y antes de que se publicaran pautas pediátricas sobre visualización para que los padres las siguieran. Estaban criando a sus hijos con televisión y la consideraban inofensiva, lo que hace que nuestro estudio sea muy naturalista, sin pautas o interferencias externas, una gran ventaja.”
Como se esperaba, los resultados mostraron efectos medibles del aumento del tiempo frente a la televisión en los hábitos alimenticios a medida que los niños entraban a la adolescencia. Los hallazgos del equipo fueron publicados a principios de este mes en la revista Preventive Medicine. Cada hora adicional de televisión vista a los 2 años predijo significativamente peores hábitos alimenticios a los 13 años. Estos niños consumieron más carnes procesadas, papas fritas, pan blanco, refrescos y jugos azucarados, así como bocadillos dulces o salados. Además, los niños que veían más televisión eran más propensos a saltarse el desayuno en los días escolares y mostraban menos esfuerzo en su primer año de secundaria, lo que impactó negativamente en su rendimiento y ambición.
La investigación encontró que cada hora adicional de televisión vista a los 2 años se asociaba con un aumento del 10% en el IMC a los 13 años. Simonato sugiere que la naturaleza sedentaria de ver televisión podría ser responsable de algunos de estos hallazgos, afirmando: “Hipotetizamos que cuando los niños ven demasiada televisión, se acostumbran a ser sedentarios. Si aprenden a preferir actividades de ocio sin esfuerzo desde una edad temprana, probablemente no considerarán actividades que requieren más esfuerzo, como la escuela, a medida que crezcan. Este estudio sugiere que los hábitos de vida excesivamente indulgentes comienzan en la infancia temprana y parecen persistir a lo largo de la vida. Una existencia sin esfuerzo crea riesgos para la salud.”
La profesora Pagani añade que esto implica una mayor carga para los sistemas de atención médica asociados con la obesidad y la falta de condición cardiovascular. La fortaleza de este estudio radica en la profundidad de los datos. Gracias al acceso a una gran cantidad de información sobre la vida familiar de los niños, los investigadores pudieron controlar otros factores que podrían haber influido, como parámetros socioeconómicos y psicológicos. También pudieron eliminar la influencia de los hábitos de tiempo frente a la pantalla a los 13 años, lo que les permitió obtener una imagen clara de los efectos de ver televisión en la niñez temprana.
La profesora Pagani también ofrece una perspectiva sobre cómo los padres utilizan las pantallas como herramientas, cuando otras formas de interacción podrían ser más beneficiosas. Explica: “En preescolar, los padres a menudo utilizan el tiempo frente a la pantalla como recompensa y distracción, estableciendo un ‘ralentí’ en momentos en los que los niños podrían estar aprendiendo a controlarse. Usar la distracción como recompensa para ayudar a los niños a comportarse en situaciones que deberían ser enseñadas, les puede llevar a buscar distracciones cuando enfrenten demandas de esfuerzo cognitivo.”
Los investigadores coinciden en que las recomendaciones de la Academia Americana de Pediatría son válidas: limitar el tiempo frente a la pantalla a no más de 1 hora al día para niños de 2 a 5 años es la mejor recomendación, ya que esto “garantizará trayectorias de desarrollo saludables en la adolescencia.”